viernes, 29 de julio de 2011

101






Largas sombras trae el mar
Los fuegos queman el rocío y las flores
en amaneceres que parecen ocasos
Hipocampos deformes llegan a la playa
como hojas que arrastran los ríos
desde el silencio de la sierras



Navegan medusas aserradas,
barquichuelos de espuma
Recónditos moluscos entonan canciones antiguas
El chamán busca cometas sobre la luna
Gritan peces monstrudos, quizá desasosegadas sirenas
y un loro parlanchín cuenta historias de viejas tortugas



Una anciana teje y desteje
Sus manos palpitan como intuiciones
Los niños lloran de noche sin parar
y los hombres tienen desgano
Bachacos alados deshojan los árboles
La brisa trae olores de menstruo



La isla tiembla en el mar
Los sabios perciben que se sueltan las amarras,
rictus en las luces postreras del crepúsculo,
en las llamas formas grotescas,
lluvias en verano, sequías en invierno



El huracán se oye a mediodía
Cantos de extrañas guaruras rasgan el velo prodigioso de la tarde



Al cacique se le desprendió la chaguala
y un cóndor-murciélago de oro remontó
un camino insospechado del cielo
Los hombres se preguntan si deben llorar,
rehacer la isla bajo las sonámbulas estrellas de sus sueños
o aguadar las púas que como dientes atrapan insensatos peces
No llueve arena ni lluvia sino un almizcle hediondo de pesar





Oscuras nubes blancas mastican sargazos


(18-07-2011)

miércoles, 20 de julio de 2011

Del río al mar: sistemas interétnicos del Orinoco y la costa caribe en la época colonial




Horacio Biord Castillo*


El Orinoco y la costa septentrional de la actual Venezuela (entre el Lago de Valencia y la Península de Paria) eran, a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI, activos ejes de vastos sistemas interétnicos que conectaban la Guayana y el Caribe a través de los Llanos orientales y centrales. La mayoría de las sociedades indígenas que habitaba en estas regiones hablaban lenguas pertenecientes al tronco lingüístico caribe, aunque especialmente en el Orinoco ocurría un mosaico de pueblos y lenguas distinto .


Las fuentes históricas de los siglos XVI, XVII y XVIII proporcionan suficientes datos etnográficos para postular la ocurrencia de dos sistemas indígenas regionales en la Guayana, el Nororiente y el Centro norte de lo que luego sería Venezuela . Durante la época colonial estas regiones integraron las Provincias de Guayana, Nueva Andalucía y Nueva Barcelona y Caracas o Venezuela. Adicionalmente, las evidencias arqueológicas y lingüísticas, así como las reconstrucciones derivadas de la etnología comparada, complementan y reafirman estos datos.


Este modelo de sistemas regionales proporciona una comprensión distinta a otras versiones etnográficas que enfatizan la visión de aldeas excesivamente confinadas y poco relacionadas unas con otras. Este supuesto aislamiento aparentemente contrastaría con otras formaciones sociales americanas, como el llamado imperio azteca o estado mexica y el Tahuantinsuyo, en los Andes centrales, que serían ejemplos de integración regional, aunque basados en modelos sociales ampliamente estratificados y jerarquizados, en los que se establecía un control político vertical de arriba hacia abajo que, además, coincidía con la ubicación orográfica de los centros de poder.


Los sistemas regionales de la Guayana y la costa caribe, en cambio, ocurrían no sólo en contextos regionales con características orográficas distintas sino también con una integración sociopolítica de tipo horizontal, en la que ninguno de los pueblos o segmentos sociales participantes ejercía un control político ni económico sobre los otros. Esto, sin embargo, no excluye la posibilidad de que alguno de esos segmentos liderara el sistema regional. Tal es el caso, por ejemplo, de los kari’ñas en el Orinoco y la Guayana . No obstante, es de resaltar que los segmentos o pueblos indígenas que lo integraban, a su vez, tenían una organización sociopolítica descentralizada. Ésta se basaba en aldeas autónomas que formaban alianzas con otras cercanas, a las cuales se hallaban integradas por diversos vínculos (alianzas matrimoniales, redes de parentesco, prestación de servicios, acuerdos de cooperación, entre otros)


Así, el Orinoco y la costa caribe pueden ser entendidos como los ejes geográficos de dichos sistemas, que se conectaban físicamente a través de los Llanos (llamados hoy centrales y orientales) y los ríos llaneros. Es importante resaltar que no empleo la oposición “centro/periferia”, pues introduce sesgos interpretativos que dificultan la comprensión de los sistemas aquí descritos. Probablemente tales sistemas constituían, a su vez, subsistemas de un único sistema regional o macrosistema. A fin de facilitar la exposición del modelo prefiero llamar a esas unidades sistemas regionales y macrosistema al conjunto de los sistemas regionales. En cada sistema regional participaban, a su vez, diversas sociedades indígenas que se caracterizaban por una alta diversidad étnica y lingüística y organizaciones políticas descentralizadas. La participación en el sistema se lograba mediante la activación de diversos vínculos, que trataré de explicar brevemente:


a) Sociales: alianzas matrimoniales intra e interétnicas, redes de parentesco

b) Políticos: acuerdos de cooperación, pactos defensivos, intercambio de información

c) Económicos: redes y circuitos comerciales, acuerdos comerciales (como el comercio diferido)

d) Ideológicos y simbólicos: ideas y valores compartidos, prestación de servicios rituales

e) Sociolingüísticos: estrategias comunicacionales orientadas a facilitar la integración en un contexto de diversidad étnica y lingüística, como los diálogos ceremoniales que ocurrían entre muchas sociedades orinoquenses.


Muchos de esos vínculos antiguos perviven aún hoy entre las sociedades indígenas de la Guayana y el Oriente de Venezuela e incluso entre poblaciones campesinas de esas regiones y del centro-norte de Venezuela . Precisamente, la persistencia de tales vínculos ha sido de gran utilidad para reconstruir, mediante una comparación etnológica y la extrapolación controlada de datos, el funcionamiento de los sistemas. Contrariamente a una visión fragmentaria, el macrosistema funcionaría como un gran espacio de integración social, no exento de tensiones políticas que muchas veces podían canalizarse y resolverse mediante amenazas sobrenaturales (como las tensiones que aún hoy existen entre ye’kuanas y pemones de los estados Bolívar y Amazonas: alianzas comerciales, pero mutuo recelo ante posibles venganzas y daños sobrenaturales).


Dos de los vínculos interétnicos antes aludidos, por distintas razones, merecen destacarse: el comercio y los pactos defensivos.
Las redes y circuitos comerciales constituyeron, y aún hoy lo son sus remanentes, unas de las instituciones más visibles del microsistema Orinoco-Caribe y uno de los aspectos más documentados por los primeros viajeros, exploradores y funcionarios coloniales . Esta visibilidad también está relacionada con los objetivos económicos de la empresa colonial, evento que aún persiste en tiempos actuales. Se han podido reconstruir una serie de mercados que funcionaban entre los ríos Atabapo y el mar Caribe que servían de lugares privilegiados para el intercambio de productos e información, así como para el encuentro de grupos aliados y con frecuencia rivales (Morey 1975, Biord 2005, Morales Méndez 1990). El énfasis exagerado en los aspectos comerciales distorsionó la caracterización del macrosistema como una mera amplia red de comercio, cuando en realidad puede ser entendido desde una perspectiva sociopolítica más amplia.


Los pactos defensivos, por su parte, jugaron un papel relevante en la dinámica del macrosistema. Por un lado, los acuerdos interétnicos entre los segmentos o sociedades indígenas, sometidos a las contingencias y cambios coyunturales de relaciones complejas de este tipo pero enmarcadas en un mismo horizonte civilizatorio cuyas similares matrices culturales, explican la posibilidad de predecir los roles sociales y políticos de sus actores Por ejemplo, la institución de los poitos, o cautivos de guerra, parecida a una servidumbre transitoria, mientras los individuos se incorporaban a las unidades sociales de los grupos captores, y no a una esclavitud de corte mercantilista, como la propiciada por los conquistadores europeos entre indígenas y, en mayor medida, negros subsaharianos.

Por otro lado, deben resaltarse las tentativas de establecer alianzas entre pueblos indígenas y potencias europeas. Fue el caso de los kari’ñas, quienes en el Orinoco lo intentaron con franceses y más prolongada y exitosamente con neerlandeses, quienes les proveyeron armas, herramientas y otros suministros a cambio de diversos productos, entre ellos poitos, que luego eran esclavizados (Civrieux 1974, Morales Méndez 1995, Whitehead 1988). Una alianza parecida fue detectada y abortada tempranamente por las autoridades coloniales entre los caribes septentrionales o aborígenes de al región centro-norte y nororiental de la actual Venezuela y franceses (Biord 2005) . Ambas alianzas de los kari´ñas y los caribes septentrionales constituyen evidencias de su resistencia armada y beligerante al avance conquistador.

De igual manera, la resistencia que ambas sociedades opusieron al avance conquistador sobre los hoy llamados altos mirandinos y Valle de Caracas en la década de 1560 y cuya suprema dirección la historiografía ha atribuido al emblemático cacique Guaicaipuro y la resistencia que opusieron los kari’ñas, más prolongada en el tiempo, entre el siglo XVI y mediados del siglo XVIII, en el Orinoco, la Guayana y el Oriente de Tierra Firme. Podemos ver aquí, entonces, antecedentes de las guerras de liberación que luego permitieron la independencia en las primeras décadas del siglo XIX y la fundación de las repúblicas hispanoamericanas, aunque no podamos postular una relación transitiva entre unas y otras más allá de su valor simbólico.


La resistencia de los kari’ñas de la Guayana y el Oriente y de los caribes septentrionales (específicamente de los aborígenes de la región centro-norte) al avance conquistador nos muestran también dos rasgos importantes de dichas sociedades: su identidad étnica y su sentido de pertenencia, lo que podríamos denominar cabalmente su “identidad nacional” y su conciencia de territorialidad y de las instituciones sociales sobre las que ésta se fundamentaba, aunque fueran distintas de las concepciones europeas. Ambos elementos, identidad y territorialidad, nos remiten a la noción de “patria” que conjuntamente con la idea de “nación” fundamentan la visión europea de la soberanía, la independencia y, más recientemente, de la autodeterminación. Al ser estas nociones entre los pueblos indígenas americanos distintas de los fenómenos conceptuados como tales en la tradición europea se llegó a su desconocimiento como entidades con derechos sociales, políticos, culturales y lingüísticos, en un sentido muy amplio, de naturaleza colectiva.


La historia indígena de América, una vez iniciado el contacto colonial y la posterior invasión europea, no puede entenderse como la relación gravitacional de dos esferas separadas: lo indio y los indios, por una parte, y lo occidental y los europeos, y, más adelante, criollos, por la otra, sino como la conjunción de ambas. Mutuamente se influyeron, penetraron y enriquecieron, y lo siguen haciendo aún, luego también con los valiosos aportes africanos. Si bien tales relaciones generaron un mestizaje biológico y un sincretismo cultural, estos procesos tampoco explican por sí solos ni las complejas configuraciones socioculturales latinoamericanas y venezolanas, en particular, así como tampoco la pervivencia de los segmentos fundadores transfigurados tras cinco siglos de interacción ni las nuevas y cambiantes identidades que nos perfilan como una formación sociocultural latinoamericana con especificidades regionales, locales y étnicas .

Referencias

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jueves, 2 de junio de 2011






LOS TEPUYES SON ÁRBOLES QUE BROTAN
silenciosos entre nubes
y flotan junto a las estrellas
como gigantes luciérnagas
que asoman sus cabezas misteriosas
entre los brazos de la niebla



Tienen venas como ríos
que descienden sus aguas encarnadas
entre piedras que simulan
corrugadas cortezas de antiguos troncos
elevados a predios de frutos bendecidos



Custodian en sus entrañas
los rostros anhelantes
de quienes cantaron los cielos
antes del diluvio
y ahora aguardan
soñadores
el nuevo amanecer
Extrañas criaturas arriba ofrecen al sol
que reverdece los musgos
de la antigua heredad del mundo
entre lluvias y cantos portentosos de viento
que talla animales de todas las eras
y ciudades imposibles
sobre la dura piel de negrísimas lajas



Templos de la vida, no la impiden
la acurrucan en sus brazos
la crean y recrean incesante
flores con hambre de insectos,
lagartos pedruscos
y gigantes que ya no caminan
pero en silencio observan
el tiempo que cuentan en largos milenios
de húmedas caricias



Morada de dioses,
fluyen como semen fuerzas esenciales
que nombran el cielo con sus miradas
y la tierra con suspiros



Los tepuyes son casas perennes
y allí habitan imperturbables
los dueños creadores
de la espuma y el raudal,
del ave que cura con su vuelo,
del jaguar que partea la aurora
y la serpiente que lo da todo
y todo lo quita



Cielo abajo, tierra arriba,
se casan con el viento
y preñan de tempestad la noche
Tierra arriba, cielo abajo,
se casan con las nubes
y llenan como vientre púber
los ríos de la sabana
y los caños en zigzag de la selva



Cielo arriba, tierra abajo,
inundan sus pies de barro
y labran bancos con patas de mono
y anchas aletas de águila



Los tepuyes son los huesos de la tierra
que afloran como volcanes
y se aficionan curiosos al rocío



Son abuelos de las cascadas
y su voz la repiten los saltos
como si fueran mitos de origen



Los tepuyes se dan la mano
y se abrazan la cintura para el baile
Sobre sus hombros brilla el lunar
de quien creó galaxias y herbazales
Los tepuyes son un canto lisonjero
al camino que fue y nos trajo


(abril, 2011)

ALEPH NÚMERO UNO



El aleh es una esfera que está cerca de nosotros, oculta casi siempre por los prejuicios, por la invocación de la racionalidad. Pero si alguien es lo suficientemente abierto de mente, espíritu y corazón, podrá hallar uno y ver en su magnífica transparencias, todo el mundo y su enorme y rica diversidad. De eso se trata el asunto.

Sólo imagine (Image)

miércoles, 1 de junio de 2011

REFLEXIÓN




Sé firme en tus actitudes y perseverante en tu ideal.
Pero sé paciente, no pretendiendo que todo te llegue de inmediato.
Haz tiempo para todo, y todo lo que es tuyo, vendrá a tus manos en el momento oportuno.

Aprende a esperar el momento exacto para recibir los beneficios que reclamas.
Espera con paciencia a que maduren los frutos para poder apreciar debidamente su dulzura.

No seas esclavo del pasado y los recuerdos tristes.

No revuelvas una herida que está cicatrizada.

No rememores dolores y sufrimientos antiguos.
¡Lo que pasó, pasó!

De ahora en adelante procura construir una vida nueva, dirigida hacia lo alto y camina hacia delante, sin mirar hacia atrás.

Haz como el sol que nace cada día, sin acordarse de la noche que pasó.
Sólo contempla la meta y no veas que tan difícil es alcanzarla.
No te detengas en lo malo que has hecho; camina en lo bueno que puedes hacer.
No te culpes por lo que hiciste, más bien decídete a cambiar.
No trates que otros cambien; sé tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú.

Deja que el amor te toque y no te defiendas de él.

Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo.

No sufras por lo que viene, recuerda que “cada día tiene su propio afán”.

Busca a alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad; una persona que te entienda, te apoye y te acompañe en ella.

Si tu felicidad y tu vida dependen de otra persona, despréndete de ella y ámala, sin pedirle nada a cambio.

Aprende a mirarte con amor y respeto, piensa en ti como en algo precioso.
Desparrama en todas partes la alegría que hay dentro de ti.

Que tu alegría sea contagiosa y viva para expulsar la tristeza de todos los que te rodean.

La alegría es un rayo de luz que debe permanecer siempre encendido, iluminando todos nuestros actos y sirviendo de guía a todos los que se acercan a nosotros.
Si en tu interior hay luz y dejas abiertas las ventanas de tu alma, por medio de la alegría, todos los que pasan por la calle en tinieblas, serán iluminados por tu luz.

Trabajo es sinónimo de nobleza.
No desprecies el trabajo que te toca realizar en la vida.
El trabajo ennoblece a aquellos que lo realizan con entusiasmo y amor.
No existen trabajos humildes.
Sólo se distinguen por ser bien o mal realizados.
Da valor a tu trabajo, cumpliéndolo con amor y cariño y así te valorarás a ti mismo.
Dios nos ha creado para realizar un sueño.
Vivamos por él, intentemos alcanzarlo.

Pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta de que no podemos, quizás entonces necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas.

Así, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios, lo haremos.
No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado la vida, es porque sabe que tú puedes con ella.

El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino.

Tú y sólo tú escoges la manera en que vas a afectar el corazón de otros y esas decisiones son de lo que se trata la vida.

“Que este día sea el mejor de tu vida”.

MAHATMA GANDHI


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NO HAY RUINAS NI MARCAS EN MI PIEL



sino los ventisqueros que me transmites
como luz que se descuelga de las montañas

Te llevo como río que transgrede
como isla que apresa
como voz que incesante convoca

La noche abre tu sueño y tu arrecife entra descalza y anida en mis ojos
Tu espalda acurruca madrugadas y mi grito se oxida
Ululante bestia me haces viento que sigue tu rastro en la neblina

(a jlzl, p. 122)



LLEVO TUY SANGRE EN MI HERIDA
y el dolor de tus ilusiones en mi diario
y la piel absoluta de tu abrazo en la brisa mínima de la alcoba
y mi cuerpo en la carpa pasajera del tuyo.

Nada se detiene en mi sueño
y en mi espalda como tatuaje siempre vives
caminando por las calles y zanjones
que te preceden y te elevan.

Tus vidas se proyectan en el espejo
como simples muñecos de colección
rompiendo las cloacas que se acumulan
con la fuerza portentosa de la tierra
que tu mano proclama como mies.


a la memoria de Gerardo Reinoza Contreras
(p. 95)

SOBRE QUADERNO DE MÉRIDA

Está apareciendo Quaderno de Mérida, poemario de Horacio Biord Castillo. Es un libro sobrio y, en la portada, hay una fotografía oval difuminada que anuncia ese paisaje de neblinas y montañas, de sensualidad que sobrevive entre las piedras y ríos que corren levemente por encima de los cantos rodados.

Pero también hay una atmósfera de melancolía, de ésas que no tienen queja, ni remedio y que va impregnando al lector poco a poco, hasta atraparlo y seguir leyéndolo, como si en cada verso tomara un vaso de buen vino.

En otros libros de este autor se percibe una sensualidad soterrada que se va liberando en este Quaderno… Una de sus características es que fue escrito en tres revisiones: una, en Bogotá, 2007, en Ciudad de México, en el 2007 y en San Antonio de los Altos (Venezuela) en el 2009. El poeta parece una crisálida: en medio de las obligaciones que le impone la vida, es capaz de separar tiempo para cantarle a una ciudad y por cantar su propia pena.


Eres un conjunto ceremonial al pie de lánguidas, altísimas montañas
Con caminos que serpentean abruptos precipicios y seducen atajos
Con ríos de espuma trajeados
Con campanadas de atardecer
Con cánticos y rosarios de la aurora

Eres una ciudad, eso dicen.

¿Eres un mundo o, como dicen, una ciudad?
(Quaderno de Mérida, p.130)


El autor rescata fragmentos de sus vivencias y los transforma en palabras: amantes sigilosos, el olor del café tempranero, la impresionante presencia de las montañas, el recetario. Luego, todo revive la atmósfera especial de aquella ciudad:

No hay ruinas, ni marcas en mi piel
Sino los ventisqueros que me transmites
Como luz que se descuelga de las montañas
Como luz que se descuelga de las montañas

Te llevo como río que transgrede
Como isla que apresa
Como voz incesante que convoca

La noche abre el sueño y tu arrecife entra descalzo y anida en mis ojos
Tu espalda acurruca madrugadas y mi grito que se oxida
Ululante bestia me haces viento que sigue tu rastro de neblina
.

Porque en el centro del movimiento circular del libro, del núcleo de su traslación, la primera piedra en la laguna la pone la ciudad, y se funde con el transcurso inconfundible del canto al ser amado. Pues todo remite a la armonía de las esferas, a la antigua tradición pitagórica (y eso explica la necesidad de Biord de usar juegos gráficos, más que juegos, significantes enigmáticos) a lo inexorable de la muerte y al amor.

Ningún poeta venezolano se ha acercado a esa manera de amar, salvo Armando Rojas Guardia: Del mismo amor ardiendo (1979), Yo que supe de la vieja herida (1985), Poemas de Quebrada de la Virgen (1985)

Lo que importa, al final de cuentas, es la belleza del que talla las palabras como se tallarían diamantes, que aman las palabras y las buscan, las guardan en un cofre de porcelana con bodes de oro. Y esta belleza se engrandece cuando expresa amor:

Tu voz flotaba en la absurda desigual danza
Como piloto de altura y marinero de mástil
Como capitán de eterno galeón vergas en alto
Como beodo baquiano que tembloroso la caravana conduce

Era el hueco rotundo de la noche
La caricia galana de tus manos
Que reafirman el poder y tu gloria
Como señor voluntarioso de serrallo.

No hay espacio para el mar siquiera
Bajo los astros que al moverte guías

Tu canto lo ocupa todo, como desparramado río
Que inunda y fertiliza la tierra cual abrazo de viento
Que mueve y eleva la contemplación

(Libro citado, pp. 45 y 46, fragmento)


Este libro ha sido publicado por la Academia Venezolana de la Lengua, capítulo Venezuela, correspondiente a la Real Academia de la Lengua Española, en España en una colección nueva que se llama académicos actuales (Caracas, 2010). Tiene 133 páginas


La Comisión de Publicaciones está formada por los siguientes académicos:
Don Francisco Xavier Pérez
Don Rafael Arráiz Lucca
Don Oscar Sambrano Urdaneta
Don Alexis Márquez Rodríguez
Don Blas Bruni Celli
Don Edgard Colmenares del Valle

Barquisimeto, abril del 2011
Autora: Milagros Mata Gil