miércoles, 1 de junio de 2011

NO HAY RUINAS NI MARCAS EN MI PIEL



sino los ventisqueros que me transmites
como luz que se descuelga de las montañas

Te llevo como río que transgrede
como isla que apresa
como voz que incesante convoca

La noche abre tu sueño y tu arrecife entra descalza y anida en mis ojos
Tu espalda acurruca madrugadas y mi grito se oxida
Ululante bestia me haces viento que sigue tu rastro en la neblina

(a jlzl, p. 122)



LLEVO TUY SANGRE EN MI HERIDA
y el dolor de tus ilusiones en mi diario
y la piel absoluta de tu abrazo en la brisa mínima de la alcoba
y mi cuerpo en la carpa pasajera del tuyo.

Nada se detiene en mi sueño
y en mi espalda como tatuaje siempre vives
caminando por las calles y zanjones
que te preceden y te elevan.

Tus vidas se proyectan en el espejo
como simples muñecos de colección
rompiendo las cloacas que se acumulan
con la fuerza portentosa de la tierra
que tu mano proclama como mies.


a la memoria de Gerardo Reinoza Contreras
(p. 95)

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