miércoles, 1 de junio de 2011

SOBRE QUADERNO DE MÉRIDA

Está apareciendo Quaderno de Mérida, poemario de Horacio Biord Castillo. Es un libro sobrio y, en la portada, hay una fotografía oval difuminada que anuncia ese paisaje de neblinas y montañas, de sensualidad que sobrevive entre las piedras y ríos que corren levemente por encima de los cantos rodados.

Pero también hay una atmósfera de melancolía, de ésas que no tienen queja, ni remedio y que va impregnando al lector poco a poco, hasta atraparlo y seguir leyéndolo, como si en cada verso tomara un vaso de buen vino.

En otros libros de este autor se percibe una sensualidad soterrada que se va liberando en este Quaderno… Una de sus características es que fue escrito en tres revisiones: una, en Bogotá, 2007, en Ciudad de México, en el 2007 y en San Antonio de los Altos (Venezuela) en el 2009. El poeta parece una crisálida: en medio de las obligaciones que le impone la vida, es capaz de separar tiempo para cantarle a una ciudad y por cantar su propia pena.


Eres un conjunto ceremonial al pie de lánguidas, altísimas montañas
Con caminos que serpentean abruptos precipicios y seducen atajos
Con ríos de espuma trajeados
Con campanadas de atardecer
Con cánticos y rosarios de la aurora

Eres una ciudad, eso dicen.

¿Eres un mundo o, como dicen, una ciudad?
(Quaderno de Mérida, p.130)


El autor rescata fragmentos de sus vivencias y los transforma en palabras: amantes sigilosos, el olor del café tempranero, la impresionante presencia de las montañas, el recetario. Luego, todo revive la atmósfera especial de aquella ciudad:

No hay ruinas, ni marcas en mi piel
Sino los ventisqueros que me transmites
Como luz que se descuelga de las montañas
Como luz que se descuelga de las montañas

Te llevo como río que transgrede
Como isla que apresa
Como voz incesante que convoca

La noche abre el sueño y tu arrecife entra descalzo y anida en mis ojos
Tu espalda acurruca madrugadas y mi grito que se oxida
Ululante bestia me haces viento que sigue tu rastro de neblina
.

Porque en el centro del movimiento circular del libro, del núcleo de su traslación, la primera piedra en la laguna la pone la ciudad, y se funde con el transcurso inconfundible del canto al ser amado. Pues todo remite a la armonía de las esferas, a la antigua tradición pitagórica (y eso explica la necesidad de Biord de usar juegos gráficos, más que juegos, significantes enigmáticos) a lo inexorable de la muerte y al amor.

Ningún poeta venezolano se ha acercado a esa manera de amar, salvo Armando Rojas Guardia: Del mismo amor ardiendo (1979), Yo que supe de la vieja herida (1985), Poemas de Quebrada de la Virgen (1985)

Lo que importa, al final de cuentas, es la belleza del que talla las palabras como se tallarían diamantes, que aman las palabras y las buscan, las guardan en un cofre de porcelana con bodes de oro. Y esta belleza se engrandece cuando expresa amor:

Tu voz flotaba en la absurda desigual danza
Como piloto de altura y marinero de mástil
Como capitán de eterno galeón vergas en alto
Como beodo baquiano que tembloroso la caravana conduce

Era el hueco rotundo de la noche
La caricia galana de tus manos
Que reafirman el poder y tu gloria
Como señor voluntarioso de serrallo.

No hay espacio para el mar siquiera
Bajo los astros que al moverte guías

Tu canto lo ocupa todo, como desparramado río
Que inunda y fertiliza la tierra cual abrazo de viento
Que mueve y eleva la contemplación

(Libro citado, pp. 45 y 46, fragmento)


Este libro ha sido publicado por la Academia Venezolana de la Lengua, capítulo Venezuela, correspondiente a la Real Academia de la Lengua Española, en España en una colección nueva que se llama académicos actuales (Caracas, 2010). Tiene 133 páginas


La Comisión de Publicaciones está formada por los siguientes académicos:
Don Francisco Xavier Pérez
Don Rafael Arráiz Lucca
Don Oscar Sambrano Urdaneta
Don Alexis Márquez Rodríguez
Don Blas Bruni Celli
Don Edgard Colmenares del Valle

Barquisimeto, abril del 2011
Autora: Milagros Mata Gil

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